Conocemos tres venidas del Señor
Conocemos tres venidas del
Señor. Además de la primera y de la última, hay una venida intermedia. Aquéllas
son visibles, pero ésta no. En la primera el Señor se manifestó en la tierra y
vivió entre los hombres, cuando -como él mismo dice- lo vieron y lo odiaron. En
la última contemplarán todos la salvación que Dios nos envía y mirarán a quien
traspasaron. La venida intermedia es oculta, sólo la ven los elegidos, en sí
mismos, y gracias a ella reciben la salvación. En la primera el Señor vino
revestido de la debilidad de la carne; en esta venida intermedia viene
espiritualmente, manifestando la fuerza de su gracia; en la última vendrá en el
esplendor de su gloria.
Esta venida intermedia es
como un camino que conduce de la primera a la última. En la primera Cristo fue
nuestra redención; en la última se manifestará como nuestra vida; en esta
venida intermedia es nuestro descanso y nuestro consuelo.
Pero, para que no pienses
que estas cosas que decimos sobre la venida intermedia son invención nuestra,
oye al mismo Señor: El que me ama guardará mi palabra; mi Padre lo amará y
vendremos a fijar en él nuestra morada. He leído también en otra parte: El que
teme al Señor obrará bien. Pero veo que se dice aún algo más acerca del que ama
a Dios y guarda su palabra. ¿Dónde debe guardarla? No hay duda que en el
corazón, como dice el profeta: En mi corazón escondo tus consignas, así no
pecaré contra ti.
Conserva tú también la
palabra de Dios, porque son dichosos los que la conservan. Que ella entre hasta
lo más íntimo de tu alma, que penetre tus afectos y hasta tus mismas
costumbres. Come lo bueno, y tu alma se deleitará como si comiera un alimento
sabroso. No te olvides de comer tu pan, no sea que se seque tu corazón; antes
bien sacia tu alma con este manjar delicioso.
Si guardas así la palabra
de Dios es indudable que Dios te guardará a ti. Vendrá a ti el Hijo con el
Padre, vendrá el gran profeta que renovará a Jerusalén, y él hará nuevas todas
las cosas. Gracias a esta venida, nosotros, que somos imagen del hombre
terreno, seremos también imagen del hombre celestial. Y, así como el primer
Adán irrumpió en todo el hombre y lo llenó y envolvió por completo, así ahora
lo poseerá totalmente Cristo, que lo ha creado y redimido y que también un día
lo glorificará.
(Sermón 5, En el Adviento
del Señor, 1-3: Opera omnia, edición cisterciense, 4 [1966], 188-190)
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